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lunes, 14 de diciembre de 2009

Género: mi segundo nombre es Sundance.

Si se le quiere dar un matiz serio, es importante contar con la presencia de Katherine Keener y Steve Buscemi como mínimo en paneos o, si eso no se logra, al menos como invitados al estreno. A la hora de la originalidad, es buena opción rescatar del olvido a algún viejo sex symbol y mostrarlo derruido o, bien, a un ex comediante y ponerlo a hacer algo muy dramático. Protagonista femenina: Tiene que ser Natalie Portman o, sino, la chica más parecida posible y no va a hacer de linda, sino que será linda sin darse cuenta. Protagonista masculino: Algún flacucho semi desconocido, pero que su rostro nos suene de alguna serie de Sony y/o que esté por hacer alguna superproducción mainstreem que fracasará.
La trama tiene que emparentarse lejanamente con la comedia romántica. Alguien tiene que tener problemas psicológicos; otro, alguna enfermedad o defecto físico y todos, conflictos emocionales. No olvidar intercalar una escena en el campo ni al amigo gordo de frases geniales. El humor tiene que ser existencial y absurdo. El tono, generacional. La paleta de colores se maneja en verdes, rojos, azules y naranjas o sino todo ocres. Es obligatorio que la música sea brillante, recuerden que de ahí debe salir el cedé que la platea querrá tener. Se requiere un final que, si no es feliz, al menos nunca sea amargo.
Éxito asegurado en Bafici y salas comerciales también. Ver sólo hasta los 40 años en público y, después, escondido en casa o por trabajo. Odiarla o amarla es cool.

The end.

PS: No olvidar escena trash con reminiscencia rocker y, si es posible, incluir alguna canción o muletilla que después todos usen pero se hagan los que no la sacaron de ahí.

miércoles, 23 de septiembre de 2009

Género: Muerte masiva con sangre.

Un grupete de gente guapa (mínimo seis) reunidos por X motivo en un auto, camioneta, casa rodante o autobús (son una familia que va de vacaciones, una pareja de viaje que levanta a otros que hacen dedo, un equipo de fútbol que viene de un torneo, etcéteras) atraviesa una ruta. Alguna circunstancia de causa mayor que parece normal (pero que el espectador sabe que es una emboscada) los deja varados ahí, en el medio de la nada. Durante un rato se divierten, hay bromas fáciles, chicas con poca ropa y alguna disputa de poder entre dos líderes potenciales. Un rubio y un morocho, un jóven y un viejo o incluso un demócrata y un republicano.
Hay otro grupete de gente fea (entre uno y un pueblo entero, acá no hay número fijo) con quienes los guapos tienen que interactuar si quieren salir de ahí, seguir su camino. No son amables, son muy raros, y el espectador no puede creer que los guapos no sospechen nada y se dejen conducir tan fácil a una obvia trampa mortal. Uno de los escenarios posibles suele ser un café de esos de carretera yankee y todo suele estar localizado en medio de desiertos, o bosques con zonas desérticas y/o también una cabaña con lago. Siempre es verano.
Aún sin ningún tipo de sospechas, los guapos se dispersan para buscar ayuda y ahí comienzan a correr diversas (malas) suertes pero, como ya no están en grupo, los que van quedando no se enteran de los finales siniestros de los otros y siguen festejando alguna pavada. El primero en morir será el hombre que manejaba el auto, es ley. Si el resto hubiera sabido algo en ese momento, podría haberse salvado, pero siguen esperando el regreso de alguno y eso los pone en una situación cada vez más peligrosa.
Promediando la mitad de la película se define quién de los guapos es el protagonista, que a esta altura es -básicamente- el que queda vivo y que, en general, es quien al principio de la trama parecía el más débil. Ya está repleto de sangre y ha visto cosas inimaginables, pero filmadas al detalle para regodeo del espectador. Ahora, que la lucha es clara, habrá peleas cuerpo a cuerpo, se usarán armas que van desde destornilladores clavados en ojos hasta escopetas, pasando por hachas y, por qué no, gasolina y te prendo fuego si puedo.
En algún momento, el asesino (que es a quién protegía esta comunidad de feos y que puede ser desde un deforme despreciado en la infancia hasta un demonio sobrenatural, pasando por alguien a quien afectó la radiación) correrá a una víctima a través de un campo de maíz, o entre sábanas colgando de un ténder, o por cualquier lugar que nos deje verlo como titilar en su terror, a veces sí y otras no. Si salen bebés o niños en la trama, están en peligro pero no mueren.
Sobre el final, y en exclusiva defensa propia, muy porque no-le-quedó-más-remedio, el protagonista matará a su agresor y, cuando comience a irse, el malvado revivirá de pronto y volverá a la carga con más fuerza que antes. El guapo, finalmente, matará al feo y lo disfrutará. Festejará en hi five con algún otro, si queda otro, o pondrá buena música y logrará arrancar el auto que al inicio estuvo roto y lo dejó varado ahí.

The End.

Sobre los títulos, algo (un ojo que se abre, una música chan, un ruido oportuno) le hará notar al espectador que, en realidad, la pesadilla no terminó y que seguro habrá más.

sábado, 2 de agosto de 2008

Hoy, ritmo

Nada. La veo flotar entre las góndolas de productos congelados y deslizar, dentro de su chango repleto, seis paquetes de canicama que acomoda prolija, amorosamente, arriba de los cuatro packs de agua mineral.
Todo. Le huelo el perfume picante que deja en el aire al pasar, veloz rumbo a la caja y me enceguecen las botas tan nuevas que hacen juego dorado con su vestido de shopping.
Algo. Le intuyo su jornada, sus uñas cuadradas, terminadas en manicura me dicen cosas cosmopolitan y el pelo planchado pero atado al paso me cuenta que hoy la señora que limpia no fue a trabajar.
Anillos. Sobre todo el verde de piedra enorme que vive en su mano izquierda le dificultan, pero no, no le impiden a la esposa del nuevo gerente de sucursal sacar de su billetera de cuero la extensión de la golden card.

miércoles, 30 de julio de 2008

Hoy, suspense

El colectivo me lleva hasta él, que es el amor más limpio. No tuve tiempo de terminar de pintarme las uñas y, sentada en el primer asiento de dos, trato de lograr un rojo perfecto, sin manchas ni grumos, que el esmalte no toque la cutícula, que el color no se pase.
Entramos en una avenida empedrada.
A partir de ahora tengo sólo los semáforos. La mano derecha está casi terminada. Queda el pulgar. Pongo todo mi esfuerzo, tuerzo mi brazo de un modo irreal y paso el pincel. Mientras, intento no pegarle un codazo en plena cara a la señora de al lado, que me mira tan concentrada. Se corre una gota.
Me veo a mí misma con estas uñas de cajera de supermercado de descuentos increíbles y productos envasados en potes blancos, saludándolo a él. Saltada, manchada, descascarada. Corrijo el error con audacia, pero ya no queda margen. Dentro de tres semáforos, empieza la onda verde.

Respiro. Sacudo el frasco. Estoy lista.
Frena, hago el pulgar y el índice, arranca.
Vuelve a parar, termino el mayor y anular, voy muy bien.
Falta un segundo para el último stop, el colectivero pone cara de querer pasar en rojo.

Mi meñique desnudo y yo. Su pié y el acelerador.

Mi frasco rojo carmín, trémulo entre mis piernas.

miércoles, 15 de agosto de 2007

Adjetivos y comparación

*La mini escandolosa, efímera como una promesa de amor (se te ve la bombachita roja).
*Una pared blanca con manchas violetas, igual a moretones en la piel de alguien muy pálido.
*Un amante bien machito, parece que transpirara Colbert Noir.
*Una situación extravagante, tipo ir de bares, vos y yo, vestidos de Batman y Robin.