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martes, 24 de noviembre de 2009

Riesgo de desastre químico en Checoslovaquia

Cuando recibía cartas, Kafka las dejaba
un tiempo sin abrir y después las leía
sólo cuando él quería y decía que así podía
detener la urgencia del correo; eso le servía
para combatir la urgencia del infierno
del otro.

Se me acaba de ocurrir que vos y yo somos
ese tipo de desastre químico que pasa cuando
el cianuro de hidrógeno y el isocianato de metilo
escapan hacia el cielo distraído de Bhopal.
Se me acaba de ocurrir que hay que manipularnos
muy cuidadosamente y almacenarnos
en atmósferas inertes porque somos
una nube de gas tóxico y letal.

Ver tu mail sin abrir, querido Frank qué lindo es
detener todo y querer decir, pero no, qué buena idea es
ser tu demonio empático, proponerte que nos vayamos
ya mismo a vivir a Checoslovaquia. Mi Karma
y mi Dharma es quedarme con esta sensación particular,
tan epistolar,
sin enviar.

Cuando Mendeléyev ordenó los elementos
no tenía compañero de viaje.
Ya hay un número suficiente
de cosas individuales
y aquella famosa lista
de sustancias simples de Lavoisier
es algo que nosotros
deberíamos discutir.
Transeúntes. Metamorfosis
de la materia contemporánea.
Artistas del trapecio,
antes de que llegue la urgencia.

Estaba pensando que probablemente
nos haga falta volver
a leer ahora algunos de esos viejos clásicos
como la tabla periódica de elementos,
La contemplación distraída de la ventana,
la propiedad física del átomo.
De verdad pensaba que sería bueno
si vos y yo ahora hablamos un poco
sobre literatura y gritamos indignados
ante la mala gramática nos apuñalamos
ofendidos por un punto y coma nos descomunicamos.