Un grupete de gente guapa (mínimo seis) reunidos por X motivo en un auto, camioneta, casa rodante o autobús (son una familia que va de vacaciones, una pareja de viaje que levanta a otros que hacen dedo, un equipo de fútbol que viene de un torneo, etcéteras) atraviesa una ruta. Alguna circunstancia de causa mayor que parece normal (pero que el espectador sabe que es una emboscada) los deja varados ahí, en el medio de la nada. Durante un rato se divierten, hay bromas fáciles, chicas con poca ropa y alguna disputa de poder entre dos líderes potenciales. Un rubio y un morocho, un jóven y un viejo o incluso un demócrata y un republicano.
Hay otro grupete de gente fea (entre uno y un pueblo entero, acá no hay número fijo) con quienes los guapos tienen que interactuar si quieren salir de ahí, seguir su camino. No son amables, son muy raros, y el espectador no puede creer que los guapos no sospechen nada y se dejen conducir tan fácil a una obvia trampa mortal. Uno de los escenarios posibles suele ser un café de esos de carretera yankee y todo suele estar localizado en medio de desiertos, o bosques con zonas desérticas y/o también una cabaña con lago. Siempre es verano.
Aún sin ningún tipo de sospechas, los guapos se dispersan para buscar ayuda y ahí comienzan a correr diversas (malas) suertes pero, como ya no están en grupo, los que van quedando no se enteran de los finales siniestros de los otros y siguen festejando alguna pavada. El primero en morir será el hombre que manejaba el auto, es ley. Si el resto hubiera sabido algo en ese momento, podría haberse salvado, pero siguen esperando el regreso de alguno y eso los pone en una situación cada vez más peligrosa.
Promediando la mitad de la película se define quién de los guapos es el protagonista, que a esta altura es -básicamente- el que queda vivo y que, en general, es quien al principio de la trama parecía el más débil. Ya está repleto de sangre y ha visto cosas inimaginables, pero filmadas al detalle para regodeo del espectador. Ahora, que la lucha es clara, habrá peleas cuerpo a cuerpo, se usarán armas que van desde destornilladores clavados en ojos hasta escopetas, pasando por hachas y, por qué no, gasolina y te prendo fuego si puedo.
En algún momento, el asesino (que es a quién protegía esta comunidad de feos y que puede ser desde un deforme despreciado en la infancia hasta un demonio sobrenatural, pasando por alguien a quien afectó la radiación) correrá a una víctima a través de un campo de maíz, o entre sábanas colgando de un ténder, o por cualquier lugar que nos deje verlo como titilar en su terror, a veces sí y otras no. Si salen bebés o niños en la trama, están en peligro pero no mueren.
Sobre el final, y en exclusiva defensa propia, muy porque no-le-quedó-más-remedio, el protagonista matará a su agresor y, cuando comience a irse, el malvado revivirá de pronto y volverá a la carga con más fuerza que antes. El guapo, finalmente, matará al feo y lo disfrutará. Festejará en hi five con algún otro, si queda otro, o pondrá buena música y logrará arrancar el auto que al inicio estuvo roto y lo dejó varado ahí.
The End.
Sobre los títulos, algo (un ojo que se abre, una música chan, un ruido oportuno) le hará notar al espectador que, en realidad, la pesadilla no terminó y que seguro habrá más.
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