miércoles, 29 de octubre de 2014

Extraño

Para M.S.

Cuándo fue que me fui
endureciendo hasta perder
la capacidad de hacer dibujos
de las cosas en cuadernos.

Nosotros dos fuimos una casualidad
constante dijiste que éramos postnucleares, creí
que ibas a resistir como las cucarachas
horrible indestructible aerodinámico
igual a mí que te hice ventana
cuando eras mi espejo.

Una vez inventamos un hijo
de papel celofán lo chamuscamos
le dimos forma con fuego
hasta amarlo ponerle nombre, creí
que eso nos hacía ser los padres
de algo estábamos atados.

Cuándo fue que me fui
adaptando hasta perder
la necesidad de buscar
la fiesta perfecta yo quería
ser nosotros dos en un rincón
y afuera el mundo.

Un día el hambre nos avisó
que hacía falta salir vos no escuchaste
el mensaje porque filtrabas
las llamadas del contestador no teníamos
celulares dispositivos electrónicos nada
igual siempre me encontrabas
en las esquinas entre la gente y resistíamos
como las cucarachas nosotros dos.

Salí sola y me quedé encerrada afuera.
Ahora veo la mancha de humedad en la pared
tiene forma de problema a resolver, creí
que iba a poder transformarla en un juego.
Cuándo fue que me fui no encuentro
a mi multitud me perdí en el mundo no resistieron
la guerra nuclear ninguno sobre todo vos
y entonces corro aterrada cuando se ilumina el cuarto
soy un bicho raro que persiste
como el insomnio. 

viernes, 10 de octubre de 2014

Cojer. Con “j” y no con “g”.

Yo tengo tres libros en los que opto por decir "cojer". En Historia de una chica que se enamoró de un pez (Editorial Funesiana, 2009) dice "Cojer y sillas romper", en el cuento Las putas fiestas (de la antología Cuarenta grados a la sombra, Planeta, 2013), dice "cojeme" y en Porno nuestro, en coautoría con Alejandra Cukar (que saldrá en noviembre por editorial Marea) dice "cojer" por todos lados. Y al final, para callar a tantos sobrecorrectores, nos explayamos así (por gusto, en el glosario): 

Cojer. Con “j” y no con “g”. Acá se explica una toma de postura de las autoras del libro sobre una discusión eterna.
“Coger”, con “g”, según la RAE, tiene 32 acepciones. Las primeras 15 se relacionan con variaciones de “asir”, “agarrar” y la otra mitad con eufemismos de “entender”, “chocar” y variaciones de “acoger”. La número 31 (ahora que la Real Academia Española se “modernizó” e hizo cosas insoportables como sacar las tildes de “guión” y “sólo” entre otras malas interpretaciones de la oralidad) dice: “31. intr. vulg. Am. Realizar el acto sexual”. Las autoras de este libro están, como la mitad de los que discuten esto, en desacuerdo. “Coger”, con “g”, se refiere a las otras 31 cosas que dice el vetusto diccionario, pero el acto sexual, en Argentina y otros países de Latinoamérica, es “cojer", con “j” (que en la RAE, por supuesto, no existe). “Cojer”, con “j”, viene de “coitus” y no de “coger” = “tomar”. Ah, gritarán indignados los estrictos apegados a los errores de la sobrecorreción y dirán algo sobre los verbos irregulares, pero para las autoras de este libro es casi una militancia escribir el término como consideran es correcto. “Cojer”, con “j”. Nos respaldan, entre miles, cuatro escritores que respetamos mucho:
1. David Viñas. Se dice que fue el primero en acuñar el término "cojer" con “j” para referirse al acto sexual. Por eso, se supone, es una convención y no es correcto (según la RAE, pero le creemos más a Viñas, porque no nos atreveríamos jamás a discutirle nada a Viñas, que solía bromear con sorna “que agarren los gallegos”).
2. Julio Cortázar. “[...]y nosotros cojemos, vos y yo cojemos”. El libro de Manuel (Buenos Aires, Sudamericana, 1973).
3. Juan Sasturain. “Según el metafórico Dudoso, cojer con la rusa había sido una experiencia única”. Dudoso Noriega (Buenos Aires, Sudamericana, 2013).
4. Pedro Mairal. “Cojíamos así, con jota, con saliva argentina de pronunciar puteadas y ruegos”. Del cuento Coger en castellano, incluido en la antología En celo (Buenos Aires, Mondadori, 2007).