sábado, 31 de marzo de 2007

Otoño

Mi arbolito pierde las hojas
y yo
la paciencia.
Ciencia
de entretejer y hacerse entender
sobre la cual no tengo ya dominio.
Demonio
en el que me encarno hasta desaparecer.
Ser
ese ente extraño.
lejano,
inconexo,
huraño.

Sinceramente es poco lo que entiendo.
¿Y qué?

lunes, 26 de marzo de 2007

Me quiero ir a vivir a Suiza o a cualquier otro puto lugar en el que todo funcione, los sueldos alcancen y la gente practique la amabilidad como primera religión. Si tiene lindo paisaje, mejor.
Se quemó una usina en San Cristóbal y media ciudad quedó a oscuras (Actitud -). La lluvia torrencial inundó los accesos a casi todas partes y la basura que el afrancesado recomienda reciclar nunca llegó a ser retirada por los muchachos del camión. Papeles, cartones, vidrios, plásticos, metales y textiles flotaron entonces por un lado mientras que los materiales orgánicos lo hicieron por otro. Más temprano que tarde lograron volver a unirse en un abrazo desparramado sobre calles y avenidas. Corrientes, entre el Abasto y Callao, se parecía al escenario que recreó James Cameron para mostrar el futuro en Terminator, ese páramo hostil en donde John Connor intenta que sobreviva la raza humana. Yo, con un coqueto outfit muy poco propicio para la ocasión, tengo que llegar desde Palermo Soja hasta San Telmo con un bolso, una mochila de River y un pequeño hijo de gran carácter aunque pésimo humor. Luego de una siniestra elipsis temporal (que acá fundo a negro pero en realidad viví con mucha angustia) finalmente arribo a mi hogar, dulce lugar en el cual unos ignotos vecinos tan nuevos como descarados fuman en el palier común, hablan a los gritos y me miran con cara de pocos amigos subir cada peldaño de la escalera de mármol. Así y todo, arrastro al niño hasta mi departamento, lo pongo a dormir y suspiro aliviada, porque infiero que esta aventura ha terminado. Fumo un poquito, intento andar al fin sin pensamientos y descubro, cuando voy a hacer una llamada trascendental para mi destino, que el teléfono no tiene tono. Cual vieja curandera que le conoce las mañas al caprichoso aparatejo, agarro el celular para llamarme a mí misma y destrabar no sé qué cosa que siempre se le atasca y sólo así se arregla. Pero ella avisa fría y maquinalmente: “Su crédito no le permite realizar esta llamada”.

jueves, 22 de marzo de 2007

Las chicas

Se llevan apenas 17 años y tienen el pelo corto: rapado casi al ras y platinado la más grande y en tono dorado, estilo garçon, la menor. Casualmente tienen puesto el mismo solerito de Wrangler, que es divino, pero uno es verde y el otro de jean. Yo siento que necesito uno igual en negro, lo comento y uso el verbo "necesitar". Ellas me entienden plena y sinceramente. Hablan en stereo, no alcanzo a oírlas bien porque dicen todo muy rápido, a la vez, y son tan bajitas. Sus voces se mezclan con las bocinas de los autos, nos enredamos por las veredas finitas de San Telmo y nada es capaz de detener esa charla, imposible de resumir en pocas líneas contundentes. "No puede ser bueno que una de mis mejores amigas se parezca tanto a mi madre", reflexiona Male cuando concuerdo en tantas ridiculeces con Laura, que se ríe, pero de otra cosa. Llegamos a Catedral exhaustas, apuradas, evitamos que nos atropelle un 29 con la mayor de las elegancias y finalmente nos despedimos con besos dados al aire, tipo divas de antaño pero con amor verdadero.

domingo, 18 de marzo de 2007

ODIO

A los gringos que alquilan el piso de abajo: son gritones, mal educados, sajonamente sonrosados y hacen acá en el sudaka country todo lo que allá, en su pulcra city, jamás harían. No saben con quien se metieron, soy capaz de tanto... Ay.
Los odio más que a los libros traducidos al gallego de editorial Anagrama, me hartan al mismo nivel que los jóvenes empastillados y violentos de Bret Easton Ellis leídos hoy, en 2007.

Diccionario

Evil chongo: ese muchacho que parece muy pero muy bueno, absolutamente creible... pero no.

sábado, 17 de marzo de 2007

Random

-Desaforados chats chusmas con amigas.
-Olor a lluvia.
-Dibujitos animados y panfletos, llevé a mi hijo a la asamblea.
-Ese concurso literario no era para mi.
-Poner el nombre de cualquiera en google para ver qué pasa es un derecho tácito.
-Soy Celestina a mi pesar.
-Ya no creo en el amor.
-Fangoria cada día me gusta más.
-"Te pensé mucho estos días", dijo cuando me llamó a la mañana.
-No seas tan lindo, por favor.
-Dejé un mensaje cursi en un contestador automático.
-La gran duda es si quiero ser una gran periodista, comprometida, o prefiero redactar de taquito lo que venga para salir de ahí lo más rápido posible.
-Dani Umpi me inspira.
-Ya compré un huevo de pascua.
-Gracias a Dios, la gripe me hizo desistir de mi dieta Janis Joplin a base de Clonazepán y vodka.
-Estoy tan out de todo, que me doy ternura.
-La redacción está vacía.
-Me fui.

Siempre hay algo mejor que.

pero lamentablemente hace rato que no lo encuentro

domingo, 11 de marzo de 2007

Una reflexión de domingo, a propósito de una semana agitada, y una duda casi existencial

1. La gente es realmente mala. Mala es poco. Perversa se acerca más al sentimiento de hostilidad que me trasmite últimamente gran parte de la raza humana.

2. Cuando termina un recital y sale la gran manada hacia la avenida más cercana, caminando tan lentamente que uno, en medio de esa pesadilla, no puede más que ver aflorar todas y cada una de sus fobias... Cuando eso sucede, suelo necesitar saber si los que están adelante de todo van del brazo, ocupando de pared a pared las veredas y la calle, gozando de la lentitud de su paso. Yo creo que lo hacen a propósito. Nadie me va a convencer de lo contrario.

domingo, 4 de marzo de 2007

Y no vuelvo más

Entonces marco el número, aunque los dedos se me nieguen, ensayo en mi mente un moderno y despreocupado saludo, llama, respiro hondo, anticipo mi frase demoledora, esa que va a decir tanto en tan pocas palabras y atiende. Atiende pero no puedo terminar de escuchar su “hola” que una gota de instinto de supervivencia me hace cortar. Le corto, sí. Voy al baño, me peino, me miro al espejo, me lavo los dientes maniáticamente, me seco la cara y pienso que fui tan cobarde, que lo mejor es decirle y llego a creerme capaz de hacerle entender, en una sola frase, que me perdió. Vuelvo a discar ese número que ya me sé de memoria, suena una, dos, tres veces y pum, otra vez le corto. Justo antes de salir a la calle, con destino a un viernes a la noche, tres ideas me golpean como un rayo de luz después de un largo encierro:

1) No quiero esto para mí, 2) aunque me cueste admitirlo, con 33 años de vida finalmente me convertí en esa inexplicable loca que llama y corta y 3) la entiendo, juro que la entiendo.