domingo, 19 de octubre de 2008
Boludeces de una
…que la idea de dejarse morir vuelva, ronde, se le ocurra otra vez a los que están tan cerca justo ahora que hay peligro de empatía y el parlamento ese de "dejate de joder, qué pésimo plan" suene ahora de mi boca tan mal actuado... BUENO, se me hace poco casual, como el pasado, que también vuelve aunque no lo haya invitado, se me cuela en los sueños y genera primero nostalgia, después miedo y al final... nada. Nada. Nada de nada. Que hoy no sea nada, que de ellos ya no quede nada, nada de ellos, ellos, los que pensaron antes que nosotras que la idea era buena, ellos, tontos que extraño tanto y que ya no son nada, apenas momentos fuera del tiempo, o imágenes de algo que podría pasar y no pasa porque ya no son más nada. Hay tanta nada. Mucha nada y una sola idea que golpea la puerta aunque no esté invitada, una sola idea que se mete en los pensamientos otra vez como si nunca hubiera sido echada, como si otra vez una fuera aquella otra que ya fue, como si la hermosa meseta de salud mental en la que se declaró a esa idea non grata llegara a un abrupto final y, así y todo, otra vez está acá, tan familiar, tan horrible, tan amable y permeable, como una vieja amiga que me reencontrara por feisbuc diciendo cosas tipo "hola, te acordás de mi, nos conocimos cuando tenías 13, fui con vos a la secundaria, estuve ahí cuando dejaste la facultad y aunque hace tanto que no nos vemos te me apareciste de pronto, te recordé, te extraño, te quiero de vuelta y se viene un gran reencuentro, ya creé un grupo y se anotaron varios, sí... esos que ya sabés". No, no sé nada. Una no sabe qué hacer para parar y entonces no para, sólo parece que para pero no, para qué mentir. Mentir para parar. Para parar. Para-pa-pa-pa-puá.
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