lunes, 9 de junio de 2008

Crónica de una noche con mi moleskine

Yo, que salgo tan poco, veo a una camarera parecida a Tormenta que tiene "un culito perfecto", dicen en mi mesa, y atrás hay una jaula de esas para bailar adentro, "por si a alguien le dan ganas", comentan entre risas mis secuaces y yo, yo no me río. Lo intento, igual, pero mmmmm no.
La chica que toma el pedido es otra, tiene la comanda insertada en la braguita semi porno y los barmans, en calzoncillos y pancita poco sexy, preparan los dos whiscolas y el Cuba Libre para compartir. No alcanzo a verles los pies, necesito saber si tienen borcegos, quisiera que tengan borcegos no sé por qué, pero sospecho zapatillas y lo confirmo estirando el cuello. Soy la única que mira el piso en un lugar en el que todos buscan algo más adelante. Temo unas medias tres cuartos, me estiro más y me alivio un poco, son zoquetes... Todos se ríen y yo, lo intento pero no.
Un equipo de música lamentable saca Criminal Mambo de sus entrañas y pasa Tormenta caminando, que tiene una depilación extrema y todos comentan que es "LEJOS, la única que está buena en todo PELVIS". Sí, estoy en Pelvis y trato sonreír un poco. Pero claro, no.
El travesti que anima la velada hace chistes pésimos y tengo ganas de matarlo. Pregunta quién cumple años o festeja algo y me imagino señalando al genio sentado al lado mío, el vivo bárbaro que tuvo la buena idea de arrastrarnos hasta ese lugar, pero no. Tampoco hago eso.
Hay olor a cigarro, los tragos son horribles, las mesas están llenas de estelitas exaltadas, pibes de barrio en una despedida de soltero, tipos sórdidos con los ojos inyectados en sangre, parejas apasionadas con cerveza y picada y nosotros, fotomontados, los otros cagándose de risa y yo, yo flasheo con la trama que le descubro a las hojas de mi libreta gracias a la luz fluorescente que alumbra mi miseria.

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