Las mañanas de sábado son superiores. El sol tibio que entra por la ventana y la calle en silencio. Un café, el retoño que juega en el living y la radio con el informativo cool. Los hijos de los amigos en el msn, chatiar caritas con mi amiga de cuatro años, el primer cigarrillo que marea y envenena, pero da gusto.
En un rato se despiertan los vecinos, empieza el rock chabón a todo volumen, el frío le gana al medio día y todo es una mierda otra vez: hay que levantarse temprano para apreciar la vida.
Mi niño ya amenaza con llorar porque no quiero ponerme su chupete. Las ganas de tirarlos por la ventana, crecen junto a tus hijos: pero está bueno igual.
No puedo, no puedo evitar esta asquerosa alegría.
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