A ver si se hace otoño de una vez por todas.
Abril en Buenos Aires solía ser el mes más lindo: fresquito, lleno de colchones de hojas para pisotear, con lloviznas para mirar por las ventanas y/o usar de spray natural para el alma.
Las poleras, los pantalones de corderoy, la vuelta de los guisos y el placer del cigarro con café a la mañana. El olor a otoño no anda por el aire desde hace años, apenas se insinúa un poco y pasamos del verano al invierno húmedo.
Me niego a ser caribeña: mi smowing va por dentro.
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