sábado, 27 de septiembre de 2003

y ahora me cuesta escuchar a Cerati sin asociarlo a esos momentos y no, no pienso dejar que me arruine el último disco de Spinetta que además de para los árboles es para mí, sí, lo sé: para mí, que lo amo tanto. (Acá decido dejar la ambigüedad de a quién amo, si a Luis o al arruinador de discos, porque todo es así)

¿Por qué me gusta que me vea fumar y no le moleste? ¿Por qué me gusta que todo sea tan guarango? ¿Por qué me gustan cosas tan idiotas?: Que se necesite ayuda para la nebulización, que se llore sin lágrimas, que se odie con tanta pasión.

Que te operen una hernia, ¿puede ser un motivo de separación? Sí, parece que sí, que en este planeta es así. Que una peña en la calle sea el lugar más improbable del mundo para encontrarnos y sin embargo nos busquemos ahí, sin encontrarnos... ¿puede ser motivo de nostalgia?

Que haya llamados miles y después nada. Que los celulares se apaguen, que se acaben los créditos, que los teléfonos públicos dejen escuchar cómo caen las monedas, que todo parezca una película argentina protagonizada por Darín cuando se hace el buen actor, dirigido por Campanella, cuando se hace el sentimental...

Que los mails sean horny, que no los entienda, que caiga tarde y se intente reparar todo, tan fuera de contexto, que los fines de semana sean extranjeros, que se consuma solo el cigarro en el cenicero y que las copas de vino sean ridículamente grandes y, las tazas de té, incómodamente medianas.

Yo, que odio tanto y tan bien... No, no estoy cambiando. ¿Y qué? ¿Es muy autorreferencial? Podría ser mentira, podría haberlo inventado.

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