sábado, 28 de noviembre de 2009

cuando era chica creía que los ruidos de la panza eran el parloteo de dos señoras que estaban tomando el té adentro mío:

ambas se llamaban Eugenia y estaban hechas de firuletes, usaban rodetes altos, se sentaban muy erguidas y sostenían las tazas con delicadeza; cada vez que tenía hambre cuando era una nena de trenzas, me quedaba quietita y callada para tratar de escuchar esas charlas, que sonaban a cosas importantísimas, de esas que se podrían decir dos damas que saben apreciar el buen té.

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