*Arreglar y definir un lugar para ir a comer con más de dos personas.
*Ver que hay un mail en el Inbox de esa casilla de correo y ese minuto de revuelo estomacal hasta que chequeo que es un spam.
*Que me digan cosas como “te llamo y vemos”, “te mensajeo cuando termino”, “llego entre tal hora y tal otra” o “avisame cuando estás llegando y salgo para allá”.
*Los actos escolares de mi hijo.
*Que el encuentro con alguien tenga que ser que se suba al subte, colectivo o tren en el que yo voy a viajar.
*Los actos escolares de mi hijo que implican algún tipo de participación de mi parte, como confeccionar un disfraz y/o interactuar con esa banda de peluqueras que se hacen llamar respectivamente "maestras jardineras", "directora del establecimiento", "la vice" y "madres de los compañeritos de la sala".
*Que no haya mesa en el restaurante que tanto costó elegir.
*El instante previo a saber si leudó o no la masa del pan y/o pizza que suelo amasar para, justamente, desestresarme.
*Cuando se arma trafico humano en la calle y no se puede avanzar a pie por las veredas de mi barrio, elevando mi ira contenida a la máxima potencia cuando sucede en calle Florida, algún mediodía de semana.
*Que extraños me hablen solidaria y amistosamente buscando algún tipo de complicidad en colas de diversas índoles y/o medios de transporte público.
*Que haya mesa en el restaurante que tanto costó elegir, pero que sea al lado del baño, muy cerca de la puerta o esté ubicada en el medio, sin tocar pared o ventana alguna.
*Que mucha gente se ponga a hablar a la vez, más si mucha de esa gente son chicas, peor si no son mis amigas y ridículamente angustiante si son compañeras de trabajo.
*Combinar y/o arreglar precios de las cosas, valores de servicios prestados o a contratar, horarios de llegada, de salida, tareas que le tocan a cada uno en proyectos conjuntos y el eterno tira y afloje de las obligaciones y derechos cotidianos.
*Sentarme de espaldas a las puertas de calle.
*Fin de año.
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