miércoles, 14 de febrero de 2007

Sólo un cuartito de una de ellas me hizo dormir. Amarilla, chiquitita, deshecha en miles de pedacitos al cortarla. Tan mona.
Apenas una puntita cada noche me regularizó el sueño y la respiración, me sacó la opresión constante y hasta empecé a llevar una vida más sana, ordenada, y compré frutas, verduras, gasté una pequeña fortuna en el mercado y no lo lamento.
Está mal visto escribirle una oda al Clonazepán, seguro, pero esto apenas es un esbozo de párrafo (una noche de insomnio en la que ya hace días se acabó el pequeño blister) y además recuerdo todo un libro gordo y muy moderno que una periodista noeoyorkina le dedicó al Prozac, allá lejos y hace tiempo en los ’90 cuando todos éramos más grunges. Por suerte carezco de perseverancia hasta para las adicciones.

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