El Cantante: finalmente Calamaro se dignó a hacer un disco a la altura de las circunstancias.
(¡Qué guitarras, Niño Josele!)
Eso es versionar, querido salmón: con estilo, con clase, con ese sello indiscustiblemente calamar.
El disco entero es sutil. Te deja con las ganas de todo. Más canciones, más datos, más todo. Y está muy bien. Hay que dejar con las ganas.
Sección tangos: fenomenal.
Roberto Carlos: Pocos pueden cantar La Distancia sin ser grasas y Andresito lo logra. Estadio Azteca: un temazo de su autoría (sólo hay tres en el disco) que tiene frases gloriosas como "dicen que hay un mundo de tentaciones".
Algo Contigo: Aquí se puede apreciar claramente por qué Calamaro es Calamaro y Vicentico un gordo patético.
También hay Yupanqui. Un buen mix de porteñismo con flamenco y Atahualpa.
Y termina con una atinada versión de El Cantante.
Ya lo dijo Blades. Entonces lo dice el nene Andrés y lo hace más que bien:
"Si no me quieren en vida, cuando me muera no me lloren".
Al pasar los años, muchos rockeros se aferran a la adolescencia y terminan con las uñas pintadas, rompiendo instrumentos y desafinando en estadios repletos de amantes del pasado.
Otros... Simplemente maduran y se ponen más sabrosos: como los buenos vinos. Para mí, un tinto de estos. Gracias.
PD: además, como bonus... Sos un bombón.