El bar El Federal por fin entendió que es mejor un par de mozos viejos, con trajecito y modales; amables de verdad: no esa estúpida pelilarga confianzuda ni esos pebetes tendencia con piercings y ansias de turistas.
Cuatro de la tarde, dos diarios en la mesa, café con leche, tostaditas con queso blanco y la llovizna helada afuera, del otro lado de la ventana. Me tienen.
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