¿Qué pasa cuando se ponen a generar obra desde la marcianitud
de la clasemedia-artística-intelectual? Al hambre y a la exclusión no habría
que mirarlos extrañados, eh. Sería mejor arremangarse y hacer algo. Intervenir
de alguna forma. Con una obra involucrada y basta de pavada. O nada.
Pero es más fácil sumarse a las modas y tener un discurso.
Tener un discurso que te hace sentir bien y vaciar la verdad de contenido. Vaciarla de contenido y volverla un lugar
común. Volverla un lugar común y que sea parte del paisaje. Que sea parte del
paisaje y alguien pinte un cuadro. Que hagan una instalación, que hagan una
obra de teatro muy cruda y que las gacetillas anuncien que es una denuncia
social, que se pinten graffitis rebeldes con slogans trillados, que se adoptan
lenguajes callejeros. Que sea parte del paisaje y se empatice, por afuera.
La real marcianitud de la clasemedia-artística-intelectual usa
la carencia como inspiración. Un gran periodista escribe una gran crónica. Un
periodista menor escribe una crónica menor. Suceden en las periferias. Una nueva novela
que habla de pibes chorros, un libro de relatos para los wachos. Una generación
entera de poetas versan pobreza, combaten a los gatos burgueses con su pluma y
troskean Villa Ocampo. Todos dicen “villa” y (no)hacen (nada)algo. Una villa es
un poblado. Ahora dicen que. Cada vez
más.