domingo, 23 de junio de 2013

(Y en un rincón muy lateral y lejano de mi mente todo se me musicaliza con la mersa pero hermosa canción de La Unión)

A mí me dicen luna llena y pienso en Jack Goodman, la dolorosa transformación y la furia. Y también cuando me dicen luna llena pienso en Denis, en Boris Vian y en ese modo de ser humanos y bestias. La luna llena más grande que anuncian a mí me da miedo y tristeza, pero también me gusta porque bueno, así son las cosas.
 

sábado, 27 de abril de 2013

Anécdotas de una vida analógica (Reloaded)

Fui a una casa que arregla y vende controles remotos a arreglar mi control remoto, pero al final por supuesto compré uno. El lugar es algo así como el gran mini mundo del control remoto; un cuchitril repleto de pilas, fundas para controles remotos (los podés golpear y no se rompen, según pude comprobar empíricamente) y más cosas relacionadas con el mundo del control remoto. Se regatea, hay descuentos por simpatía o insistencia y un empleado que ofrece "plastificar" los controles remotos "para que queden sellados", entre otras maravillas del pasado reciente aún activas que suceden cuando caes por una grieta de tu mente activa en determinados lugares del barrio de Once.
En una sobreactuación del viaje en el tiempo mental, justo delante de mí en la cola de clientes había una señora muy coqueta, octogenaria de pasado boquitas pintadas a la Puig. Tenía un manojo enorme de, por supuesto, controles remotos que sacó de su regia cartera de charol. "Este es de la videograbadora", explicó como si estuviéramos en 1990. "No me gustan los devedés porque no te dejan grabar cosas de la tele, ya los fabrican así, prohibiendo algo, o pensando que todos preferimos bajar cosas de Internet", se quejó casi iracunda, pero sonriendo.
 Finalmente se llevó: sus controles remotos arreglados, una funda para contener dos controles remotos (los podés golpear y no se rompen, lo comprobó empíricamente), pilas "que duran casi para siempre", según el vendedor y cinco pesos de "bonificación para la próxima vez". Después fue mi turno, conseguí una rebaja de 30 pesos por mi control remoto más la funda y salí a la calle repleta de gente hostil. Los cajeros automáticos no querían darnos nuestro dinero, las damas abrazábamos las carteras por si acaso, los autos no respetaban los semáforos, nos rodeaba una bruma generada por el olor a caca de perro y basura podrida bajo el sol. Es 2013 otra vez.

miércoles, 24 de abril de 2013

La vuelta a casa en hora pico me regaló un rato de cine en el colectivo


Ella trasmite tragedia. Su pelo mal teñido, el tono elevado de sus confidencias sórdidas. Dice: "ese porro pega mal, lo mezclan con raid". Está parada al lado de mi asiento y gesticula cuando habla, tengo miedo de que me ponga un codazo en los anteojos. Bambolea su panza prensada en la remera de modal y cuenta a los gritos por celular que "coca cola y bicarbonato pegan como merca". Me tengo que bajar, me da miedo pedirle permiso para pasar. No la quiero interrumpir. No sé. O quiero saber a dónde va. Timbre, parada, chau.

sábado, 20 de abril de 2013

Lo narrativo vs lo maternal

#HijoDe10 y #SobrinoDe11 pasaron una hora y media jugando a pegarse pelotazos. Arrancaron de pie, enérgicos, repletos de brillo infantil. Al final ya estaban sentados, despatarrados en el piso, criando moretones, muertos de risa como dos minihombres re punks. Parlamentaban entre golpes de balón: Pum, "esa te dolió, jajaja". Repum, "a vos te duele, soy muy malo".
Heridos y divertidos, comenzaron a tirarse pedos, una nueva competencia viril. Ahora me pelean a mí, les gusta contestar a todo que no. "Los quiero", "Yo no, jaaaaaaaá". "¿Quieren merendar?", "Noooo" y ya están a mi alrededor jadeando como perros, mirando los cereales.
Sobrino, picante, dice: "Mi merienda es mejor porque la hizo mi tía". Hijo, punzante, replica: "Es mi mamá". Sobrino remata: "Sí, pero como tía es mejor". Hijo, con cara de Buster Keaton: "Eso es verdad".
 

martes, 15 de enero de 2013

Reescribirse es hermoso*

Las tardes de lluvia me hacen pensar en cosas como el amor, la comida que se consume con más desinterés que hambre y en el deseo de caminar con mi paraguas hermoso por zona sur. Me quedo en casa. Si cae agua desde el cielo a mí me gusta fumar y mirar por la ventana. Si hay chaparrón y salgo me interesa meterme en bares para tomar café en taza enorme. Si el diluvio trae viento siempre quiero usar poleras negras. Cuando hay tormenta voy por la vida sabiendo que debería poner una expresión bucólica en mi cara alargada en vez de fruncir el ceño. Cuando escampa me quedo pensando que ya es hora de deslizarme lánguida por las veredas finitas y sé que voy a abandonarme a una marcha autómata en la que mis pies acierten todos los charcos. Quizás incluso me deje atropellar por algún auto de esos que vienen hacia mí, porque lanzarse a las ruedas dramáticamente puede ser un golpe de impacto que combine con mi modo de caer después. Como una pluma grácil sobre el paso cebra y las delicadas gotas de mi sangre sobre el blanco. El monumento a Roca sería un excelente lugar, y los coches avanzan decididos. Yo en la esquina. Mi paraguas roto ahora es hermoso de otro modo. Queda desmayado a metros de mi mano, floja, apoyada en el asfalto, como todo mi cuerpo desparramado a centímetros de Perú, donde se hace peatonal.


*Texto viejo que, creo, mejoré. 

jueves, 27 de diciembre de 2012

La Balandra publica ahora este cuento que escribió otra danixa hace años, pero lo corregí yo la de hoy

Es un cuento viejo, de otra vida, que escribí hace siglos cuando el mundo era maravilloso y giraba alrededor de los miércoles junto a Alejandro López, Veru Stainoh, Andrea Goldberg y la Juli (nos extraño a todos juntos). Por supuesto que ya no me gusta el relato, porque soy otra, pero la bella y generosa Alejandra Laurencich insiste con que este cuento sí. Y como la leo y me gusta, en ella confío. Así que si gustan, lean acá.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Instrucciones para comer tortitas negras

Antes que nada hay que encontrar una panadería amiga, una de esas en las que al entrar el mostrador sea una formalidad; es importante que le conozcan a uno realmente, que el panadero sea algo más que un vendedor, que tenga un vínculo que lo ate a una pequeña pero no despreciable sinceridad al asegurar que están, realmente, recién hechas.
Se va bajo la garúa, el sol abrasador o esquivando el viento, no importa el clima, pero siempre de mañana y mientras hierve el agua para el mate. Es importante que sea de mañana porque las tortitas negras no se compran por la tarde salvo que el panadero hornee dos veces al día. Esta factura no se come así nomás.
La tortita negra debe guardar cierta humedad y a la vez ser hojaldrada. Su tamaño no puede exceder los cuatro centímetros de radio y en su alto debe pasar los dos y no superar los tres. Se compran al menos tres por persona, el paquete va envuelto, a su vez, en una bolsita que conserve la calidez de la factura blanda, calentita. Se vuelve rápido para llegar al mate espumoso.
Una vez frente al cebador, el comedor de tortita negra tiene que concentrarse en la siguiente tarea: con delicadeza despegará la parte de arriba sin dejar caer ni un grano de azúcar negra. La seccionará por la exacta mitad con sumo cuidado porque el corte no puede dejar colgando capas del hojaldre. Precisión mediante, usted obtendrá dos segmentos que pasará a unir nuevamente pero con el área blanda de lo que fue abajo sobre la costra de lo que supo ser arriba.
Se come ferozmente, se baja con el mate humeante que le llega justo a tiempo y, entonces, se vuelve a comenzar. Repite la operación, al menos, dos veces más.  Comenta al paso: "quéricasquesonlastortisnegras, che". 

sábado, 8 de septiembre de 2012

Voy a limpiar el baño sin guantes de goma porque una heroína de verdad es la que hace de las pequeñas cosas acciones valerosas

Es un ímpetu que se parece a un llamado religioso y hay que seguirlo cuando llega, no se puede posponer. Sos cobarde si decís ahora no, resulta que tengo que salir a la calle, caminar tres cuadras hasta la avenida, entrar al supermercado, comprar los guantes de goma, enrollarme con el tema de que vienen en tres talles, discutir con la cajera porque no hay cambio en ningún lado, volver a caminar esas tres cuadras, planear mucho, seguir una estrategia. Hay que dejarse llevar por el impulso cuando llega y eso es para todas las cosas. Yo puedo limpiar nuestra propia mugre sin guantes de goma como puedo escribir porque me gusta la picazón en la yema de los dedos mientras tipeo y también puedo irme de viaje ahora mismo, ya, sin hacer el bolso ni avisarle a nadie ni mirar atrás. Si me venís a buscar con la epifanía justa, si el olor a amoníaco me entra por la nariz hasta llenarme la mente, si el baño está limpio, si queda claro que milito por la visibilidad de las tareas chiquitas, específicas, cotidianas, entonces agarro y voy. Sin guantes.  

lunes, 20 de agosto de 2012

Hace un siglo que llueve y eso trae diversos inconvenientes

No se seca la ropa que colgué en el tender hace 99 años y no salgo a andar en bicicleta hace 102, las plantas están obesas por el exceso de agua y como ya no se mueven se pudren en el cantero, el gato está resfriado por andar con las patas mojadas y el paraguas chino color rosa que siempre fue tan fiel acaba de declararse en huelga harto de trabajar demás.

domingo, 12 de agosto de 2012

Encontré una nueva puerta hermosa para mi colección mental de puertas

Es verde como un loro, de hierro como el miedo, alta como un gigante y en su cielo tiene dos leones alados que custodian las rejas que protegen el vidrio que muestra el palier de un edificio bastante feo.

sábado, 4 de agosto de 2012

Si acostumbrara subir fotos acá pondría una de cuando yo era una chica del siglo XX

Hace un tiempo que viene viniendo el pasado a espiarme con cierta timidez, unos días atrás perdió un poco el recaudo cuando me tocó el hombro y me hizo frenar un segundo la marcha; le di un saludo formal con la cabeza para seguir adelante nomás, pero entonces me clavó sus dedos en la clavícula, me dio vuelta y me dijo de frente que para avanzar hay que mirar siempre para atrás, que de eso no me puedo olvidar. Eso me dijo. 

domingo, 22 de julio de 2012

Me voy a deshacer de la libreta 2007

Ya es hora de tirar esa Moleskine que sólo la sigo llevando en la cartera porque ahí hay algunas ideas que me interesa conservar y además me sirve como portadocumento. Pensaba que en realidad es malo seguirla cargando a través de los años porque eso quiere decir que no me termino de deshacer de ellos. No quiero tener esa libreta nunca más así que ahora voy a tener que escribir la novela en la que encajan esas ideas, tirar a la mierda la libreta negra malvada y darme el gusto de inaugurar la otra, la que tiene hojas lisas para hacer dibujitos.

lunes, 14 de mayo de 2012

Tomo esta idea de la Usina Universal de Ideas*

Libros. Top 10 al rándom. 
 
-El que acecha en el umbral, de HP Lovecraft. Lo leí a los 13 años, aterrada en una habitación aun decorada con mi estilo de infancia (paredes rosas, marcos de puertas violetas y cortinas floreadas con volados). Tengo la imagen de la tapa tatuada en la memoria: blanca y con un dibujo muy lineal de un ser horrible con joroba que yo sabía que había hecho el mismo Lovecraft. Toda la casa dormía. Cada ruido era como un golpe a la paranoia y las sombras de los rincones, sospechas fatales. Llegué a creer, como Lovecraft, que lo que pasa en sueños es tan real como lo que sucede en la vigilia. Conocí el insomnio. Al terminar cada página iba a suplicarle a mi hermanita que me dejara meterme a su cama, estar en su cuarto amarillo, luminoso y libre de monstruos. Siempre decía que no y yo siempre seguí leyendo. Terminé el libro en tres noches, después pinté todo mi cuarto de rojo y conseguí El caso de Charles Dexter Ward.

-Mujercitas, de Louisa May Alcott. Tenía 10 años y fue la primera vez que un libro me hizo llorar, lágrimas y mocos que limpié con mi remera de Sarah Kay. Lo leí acostada en el piso de mi habitación, que tenía una alfombra de pelo pinchudo y verde que me dejaba grabada su trama en la panza y los antebrazos después de cada sesión.

-El mundo según Garp, de John Irving.  Lo leí a los 32 años en colectivos, subtes y todo tipo de medios de transporte urbanos. Fue el libro con el que aprendí a caminar por la calle mientras sigo leyendo. Tengo muy presente una caminata por la calle Humberto Primo entre la 9 de Julio y Balcarce: ahí leí parte donde cuenta la historia de Ellen James.

-Expiación, de Ian McEwan. Fueron cuatro días en el Delta y a la vez en Inglaterra. Tenía 33 años y también estuve en la Segunda Guerra Mundial. Fue un libro gordo leído como si fuera un fanzine. Me sentaba en el muelle sobre el Carapachay con el ruido de los patos y las lanchas hasta que dejaba de oírlos. Lo terminé tirada en el pastito del costado de la casa mientras mi hijo pedía que hiciéramos algo "con más acción".

-Justine, del Marqués de Sade. Se lo robaba a mi padre de su biblioteca, leía y lo volvía a guardar. Fue durante las tardes de mis 12 años, en días de semana cuando no había adultos cerca. Me excitaba que sea una lectura en secreto más que el contenido del libro en sí que, más que nada, me voló el balero política y moralmente. Cuando mi viejo me descubrió (porque siempre se enteraba de todo lo referido a los libros) me dijo, la bestia: "Salteá las partes en las que habla de política y religión, concentrate en el resto". O sea... el sexo. Puro y duro.

-Galápagos y Payasadas, de Kurt Vonnegut, más Los oscuros años luz y Los hermanos de la cabeza, de Brian Adiss. Tendría más o menos 20 años y vivía de garrón en el consultorio de mi padre, en un cuarto del fondo en donde él tenía, entre divorcios y casas, abarrotada toda su apetecible biblioteca. Era una época en que había persistentes cortes de luz que duraban noches completas. Yo volvía tarde de trabajar y me ponía a leer a la luz de las velas hasta que se hacía de día. Son cuatro libros muy diferentes de dos autores muy distintos y sin embargo, para mí, son hermanos entre sí.


Películas.  Top 10 al rándom. 


-Pulp Fiction, de Quentin Tarantino. La vi cuando la estrenaron a los 21 años, creo, en el cine General Paz de Núñez un día de pasada rumbo a mi casa. No sabía qué iba a ver, no esperaba nada porque Tarantino todavía no era Él (con mayúsculas). Mi primera vez sola en un cine. En la escena en la que violan a Marcelus Wallace me empecé a comer las uñas y una *viejademierda* sentada al lado mío me sacó la mano de la boca y ME RETÓ en plan "no te comas las uñas, nena". En pantalla, Bruce Willis revoleaba un sable y en la butaca, yo contesté: "Señora, me meto la mano donde quiero y si sigue jodiendo, se la meto a usted". Un pibe que estaba atrás me palmeó la espalda y dijo "aguante, rubia". 

-Titanic, de James Cameron. Tenía 24 años. Estaba sola y deprimida en España. Vivía de prestado en una casa llena de caca de gatos que no eran míos en las afueras de Madrid. Cada noche cruzaba a una especie de shopping clasemediero con salas de cine a ver la función de las siete. También vi, en esa saga de tristeza y evasión, The game, de David Fincher y Sé lo que hicieron el último verano.

-El exorcista, de William Friedkin. Tendría 12 años y la vi comiendo naranjas después de cenar mientras mi madre paseaba al perro y mi padre arreglaba algo en el patio de casa. Comencé a oír un ruido que venía desde la terraza subí la escalera aferrada al cuchillo de punta redonda. Vi un gato negro sin orejas que me dijo, maullando, "nadie me abre". Los ojos amarillos le brillaban en la oscuridad. Volé escaleras abajo rumbo a la esquina a buscar a mi mamá. Para tranquilizarme, me acompañó a ver que pasaba y fue a la terraza armada con el perro. porque dijo que el cuchillo corta naranjas no iba a ser efectivo. Ella vio al gato, pero no lo oyó hablar. El género de la anécdota es: para mí terror, para mi madre suspenso y para mi padre, que nos vio pasar corriendo arriba y abajo con armas absurdas una y otra vez, comedia.


-Carrera mortal o La carrera de la muerte año 2000. Me refugiaba en Sábados de superacción para que no me obligaran a jugar con los hijos de los amigos de mis papás que se empeñaban en hacer reuniones. Tenía 10 años. Fingí que me re interesaba esa peli de autos y pum: me re interesó de verdad. Kung fu, Rocky, ciencia ficción y un toque de terror... Adoro el recuerdo e esa película que no quiero volver a ver por temor a que sea horrible y malísima.

-María de oro y el perrito azul. Es un dibujito animado que no es de Disney. Lo vi en el cine con mi mamá cuando era hija única y ella era toda para mi y me llevaba a ver pelis que, después, decía que le gustaban tanto que menos mal que me tenía para usarme de excusa y poder verlas. Eso me llenaba de alegría. Fue a mis  3 o 4 años y me acuerdo del pelo rubio de María y a mi mamá cuando me decía que yo me parecía. También me acuerdo que cantabamos la canción, pero ya no tengo registro en la memoria de la letra o la música. En la misma época vimos las dos solas y en endogámica complicidad Bernardo y Bianca (que sí es de Disney, pero también nos pareció lo más). A mi mamá y a mí nos pareció lo más. Ella y yo solas y ni una hermana.

-La película de Village People. No me acuerdo cómo se llama, pero la fuimos a ver al cine con mi papá, mi mamá y mi hermanita cuando yo tenía seis años y ella dos. Sobre los títulos finales ponían una canción hitera por los parlantes del cine y todos salían de la sala bailando, incluidos mi padres que eran jóvenes, hermosos y re ochentosos.

-The Doors, de Oliver Stone. La vi en el cine cuando se estrenó. Tenía 16 años y fui con una amiga. Me acuerdo que todos poníamos las patas en las butacas y nadie nos decía nada. Unos chicos sentados atrás nuestros se pasaban una petaca de whisky y nos convidaron. Me sentí grande, trash y muy en mi piel.
-

*Laura Wittner explica que para escribir su post se inspiró en el mini corto Diario de un espectador de Nanni Moretti, en donde el director cuenta dónde y con quién vio algunas películas. Nuestra tomadora de café favorita se inspiró y compartió su lista con libros. Yo, que soy una empática entusiasta, hice mi lista de las dos cosas. 


-Algunos de estos libros y pelis están entre mis más adorados, pero otros sólo porque recuerdo cuándo y cómo llegaron a mí  (lo que los hace, en cierta forma, más queridos)-

domingo, 29 de abril de 2012

Che, Cacho...eh, soy yo, eh, yo, acá. Cuchá:


Fly me to de moon
y let me play among the stars
let me see como es de life
en Jupiter and Mars.

In other words, hold my hand.
In other words, Cacho, kiss me.

Fill my heart with song
y let me sing for ever more
you are all I long for
all I worship and adore.

In other words, please bi trú
In other words, Cacho I love you

----- instrumental break y se cuelga el cedé-----

jueves, 5 de abril de 2012

All i need is Love(craft)

Ahora leemos terror como a los 16 porque la vida nos pide un cambio y los cambios a veces son volver a los inicios. Dormir inquieta repleta de imagenes ya no me pasa, pero leer absorta con un nudo en el estomago sigue pasando. Lo mejor del paso del tiempo, es su paso. Quisiera leer El que acecha en el umbral por primera vez y a la vez lo mejor es su relectura. Mi plan macabro es escribir una novela como Christine, pero locada en Villa Urquiza.