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sábado, 7 de marzo de 2009

Dos versiones de un mismo _ _ _ _ _ _ _ _ _ _ _

1.
Estoy bien si si
en serio ya soy
yo enfrente de
Filo mal no no
quiero empezar
a añorar
esas cosas

2.
un viernes ya en otra vida
justo acá enfrente
me besabas a escondidas
ahora todo es diferente
ese bar está cerrado
el chat apagado
yo afuera hay una reja
ahí veo el sillón rojo
potencial de pareja
pasado
quién lo ha pisado
yo no no no
yo acá
acá yo
la reja allá
cerrado está
el bar
ese
es
viernes hoy también y no
sigue siendo acá acá yo.
Todos se rién, es una fiesta
pero yo me voy, miro la reja.

jueves, 5 de marzo de 2009

Poema

De todos los brazos que vi
alguna vez en un 140, él
tenía los brazos más lindos
que vi en un colectivo
de línea
urbana.

Qué mirada me echó
cuando bajó.

Rayo de sol y reflejo
-ceguera momentánea-
no permitió que me viera
sonreírle por la ventana.

martes, 3 de marzo de 2009

Escribir acá

Empiezan las clases, ahora tenemos horarios estrictos y el trabajo que da trabajo, todo se acopla. Anda. La primera vez de ese nene en un grado, en un patio con buffet, con un delantal de tres bolsillos que lo vuelven loco. Yo, que me destaco entre los oficinistas de Plaza San Martín, paso apurada hacia un bar con wifi y me acuerdo cuando el wifi para mí era otra cosa. Hace un marzo. El sol me acaricia la mollera, tarareo un tema moderno, pienso como en tetris todas las formas posibles de decir más usando menos. Palabras. Arranco y freno. "Pelearse con vos es como discutir con Spinetta". Me habla de ventanas y árboles, yo digo arañas, me declaro punk. (Risas). Empezaron las clases, los trabajos, el nene que yo hice tiene un delantal blanco y yo camino apurada por el centro del centro. Fue un día divertido, pero muy cansativo, resume y no suelta más prenda.

domingo, 1 de marzo de 2009

Cosas que en otros me resultan polémicas:

-El autobombo en general.

Pero bueno, soy una chica de contradicciones y, por diferentes motivos, estas dos notas que me publicaron recientemente me dan algo así como orgullo (1) y alegría (2). Acá están, estas son:


En febrero pintó más orgullo porque me gusta mucho cómo quedó, tiene homenajes crípticos a gente que me cae muy bien y, además, salió en una de mis revistas favoritas.
En marzo la cosa pasa más por la alegría ya que implica despedirse de un trabajo que no me agradaba, pero haciendo algo que sí me encantó y, además, colabora en la causa de mi amiga Lu y su maravilloso proyecto editorial.


(1) orgullo.

(Del cat. orgull).

1. m. Arrogancia, vanidad, exceso de estimación propia, que a veces es disimulable por nacer de causas nobles y virtuosas.


(2) alegría.

(De alegre).

1. f. Sentimiento grato y vivo que suele manifestarse con signos exteriores.

miércoles, 11 de febrero de 2009

pum

Las tardes de lluvia me hacen pensar en cosas como el amor, la comida, caminar con mi paraguas hermoso por zona sur, fumar mirando por ventanas de bares, tomar cafés en tazas enormes, usar poleras negras, desear un flequillo con corte carré, una expresión bucólica en mi cara alargada, deslizarme lánguida por veredas finitas, abandonarme a una marcha autómata acertando todos los charcos, dejarme atropellar por algún auto de esos que vienen hacia mí, lanzarme a las ruedas dramáticamente para después caer como una pluma grácil sobre el paso cebra y salpicar dulcemente las rayas blancas con delicadas gotas de sangre color vino tinto.
Las tardes de lluvia así como estas que digo me hacen tener urgencia de biromes y papeles, logran que extrañe las libretas olvidadas y me llevan a meterme desesperada a confiterías cualquieras para pedirle a mozos altos, elegantes y con bigotes que me presten sus lapiceras, que me dejen agarrar una servilleta. Es algo que me puede pasar, lo de estar escribiendo en una barra sin consumir nada y que mis ideas de golpe vayan más rápido que los trazos. Tiene verosímil la angustia de que se acabe la superficie, la incomodidad por la transparencia, poco amable, que no deja dar la vuelta y yo, achicando la letra, puede pasar.
No quiero que me pise ese auto bordó que viene derecho, no tengo ganas de ser atropellada hoy. El monumento a Roca sería un excelente lugar, valga decirlo, y las ruedas avanzan decididas. Yo en la esquina. Mi paraguas roto ahora es hermoso de otro modo. Queda desmayado a metros de mi mano, floja, apoyada en el asfalto, como todo mi cuerpo ahí desparramado justo a centímetros de Perú, donde se hace peatonal.

domingo, 11 de enero de 2009

Fin de semana

Tener calor y ser una tenista grunge una noche libre en la que al final se opta por dormir, meterse en la cama esa y cerrar los ojos hasta que el sueño llegue y despertarse a la mañana iluminada, tomar conciencia de lo lejos que se está de ese lugar tan otro, el que no tiene polvo sobre los muebles ni fotos de personas viejas en portarretratos baratos. Entonces mate y salir de ahí. Galletitas y al fin la calle. La falta de anteojos de sol y la parada de un colectivo ajeno. La sensación en el cuerpo. El pelo enredado. Los labios hinchados. Tener calor.

domingo, 23 de noviembre de 2008

Me gusta

esquivar turistas en bicicleta en la reserva ecológica, oler el protector solar de la fauna humana más que el aroma de la bella flora y después mirar el putrefacto horizonte en la costanera sur, rodeada de basura, gente gorda, fofa, muy musculosa, blanca teta, bronceada hasta el naranja mas obsceno, niños corriendo y madres que gritan "no, no toques eso".

jueves, 13 de noviembre de 2008

Daños colaterales

Yo caminaba inmersa en mi música. PUM para acá, PUM para allá y entonces ventana que me CHAN. Estaba un pibe sentado en un bar de Palermo, detrás de su laptop. Apenas se le veía ese peinado que reconozco y unos dedos como los dedos que salen de manos determinadas. Me quedé ahí parada-quieta-estaca y miré. Me viste. Nos vimos. Una valentía ridícula me llevó hasta la puerta, pero me quedé aferrando el picaporte. Un minuto, dos, tres. No entré. Me fui. Seguí. Me olvidé.
En el camino de vuelta ese bar seguía ahí y la ventana, obstinada, me mostraba lo mismo. Volví a desafiar al picaporte, me temblaba el estómago, esta vez sí entré, se me aflojaban las piernas, caminé derecho hasta la mac plateada, me sudaba la espalda, me mirabas avanzar. Mi corazón jugaba a ser alien tratando de salir por el plexo solar. Te clavé la vista en los anteojos.
Estaba un pibe sentado en ese bar de Palermo, detrás de su laptop. Tenía ese peinado, unos dedos, manos determinadas y levantó una ceja. Era otro que no eras vos. Y yo, que sí era yo, le dije PUM, di un giro gracioso sobre mis talones, acaricié el picaporte de la puerta al salir y volví a zambullirme en mi música. Ruidos y ritmos todos míos me llevaron nadando, como a un pez de colores en un río fresco, directo hasta el sur.

viernes, 7 de noviembre de 2008

Jolibud, Soja y todos ellos

Palermo está lleno de chicos y chicas que podrían ser amigos de Patrick Bateman. Descripción fácil: hermosos, estéticos, exitosos, llenos de compromisos sociales y laborales, absolutamente iguales entre sí, muy difíciles de reconocer o diferenciar. Pura cáscara, corren entre bar y bar las evelyns y los mcdermotts.

Fe de erratas:
1. Donde dice "hermosos, estéticos, exitosos, llenos de compromisos sociales y laborales, absolutamente iguales entre sí, muy difíciles de reconocer o diferenciar", debería decir "con ganas de ser hermosos, estéticos, exitosos, llenos de compromisos sociales y laborales y logrando sólo ser absolutamente iguales entre sí, muy difíciles de reconocer o diferenciar".
2. Donde dice "Pura cáscara, corren entre bar y bar las evelyns y los mcdermotts", debería decir "Pura cáscara, corren entre bar y bar los ensayos fallidos de evelyns y mcdermotts"

martes, 28 de octubre de 2008

**

Qué onda la danza butoh. Ya van xxxx veces que leo, que veo, fuera de contexto, en el lugar menos pensado, danza butoh. Danza butoh, danza butoh, danza butoh. Ahora danza butoh es el combo. Ahora danza butoh es algo que viene con lo otro. Lo otro, es todo, todo lo otro. Todo lo otro viene con danza butoh. Danza butoh es moderno, danza butoh es el bonus de un mundo sensible, libre. El resto sólo es miedo. Miedo de ver a una señora bailar. Espanto de que se ponga a declamar. Que de pronto el mundo perceptible se haga cotolengo, que se llenen las calles de viejas muy maquilladas que encarnen el cachivache en plazas y pasajes, bares y restaurantes, cines y parques, museos y locales de venta de cosas diversas. Teatros, no te olvides de los teatros. Y que bailen danza butoh. En cada lado, por todas partes. Los arboles esos tan lindos que dan alergia, paraísos se llaman, de pronto se pueblan de viejas -no digo ancianas, sino viejas- muy maquilladas que detrás de sus gafas oscuras riman versos, hacen posturas, pegan figuritas (de brillantina) y mientras danzan (butohn), desean ser canción.

martes, 14 de octubre de 2008

Queriendo morir por ser el cliché de mi cliché

Habrá sido la divina tarde de sol, la caminata amena por antiguos barrios en los que ya juego de visitante y seguro que también influyó mucho el momento que pasé sentada en un jardín-oasis en el que había un colibrí que parecía insertado digitalmente pero no, estaba realmente ahí. Calculo que fue la suma de esas cosas, más el café con leche que tomé más tarde en un bar todo de madera, sentada al lado de la ventana, mientras veía caer las primeras gotas de lluvia.
Por todas esas cosas fue que terminé de creer que sí, que yo llevo adelante la trama de una película indie, así que con mi mejor cara de Ana Pascal me metí al subte. Martes, hora pico. La música incidental se puso más intensa, la cola para sacar el elemento antes conocido como “ficha” era larga pero yo, como les suele pasar a los protagonistas de las historias que ven los otros, no escuchaba el soundtrack fatalista. Y entré en la pesadilla.
No fue tan grave el primer tramo. Y ahora, ya en casa bebiendo mi jameson en vasito pequeño, puedo llegar a darme cuenta de que el hecho de haber ido sentada leyendo una hermosa novelita de Carson Mccullers fue determinante para que tomara la pésima decisión que terminé tomando y torció mi ideal en celuloide a una cinta clase b, casi gore.
No seguí hasta la terminal donde suelo combinar con un colectivo, como hago cuando estoy apurada o en casos extremos. No. Me creí que realmente todo iba a seguir en el mismo plan de encantadora tarde y combiné con línea c para ir hasta san juan, porque me pude ver a mí misma quince minutos a futuro caminando al ritmo de la llovizna por humberto primo y me pareció genial, muy cinematográfico, ideal para una chica como yo.
Pero no. Ahí estaba yo, después de esos quince minutos, aún atorada en una escalera que lleva a la gente entre subtes, tratando de sacarme el ponchito negro, enajenada y disociada; muerta de calor. Movida por el espanto que provoca la velocidad con la que suceden las cosas, la realidad me puso una piña: yo era más parecida a una de las víctimas de freddy kruger que a cualquiera de las heroínas indies que pretendo ser.
Corte directo a interior de vagón. Después de que pasaran dos formaciones en las que la gente se metió a presión y que Danixa dejó pasar por una absoluta falta de bravura urbana que la petrificó ahí en la franja pintada de amarillo en el suelo, encontramos a nuestra heroína haciendo fuerza con un brazo para que los que ahora se siguen metiendo a presión no la revienten contra el vidrio de la puerta que da a las vías (que-por-dios-no-se-debería-abrir) y la dejen igual que uno de esos bichos que se estrellan contra los radiadores de los autos, autos como los que ella, la chica que se cree indie, no tiene y por eso está ahí, sudando en una lata que va a toda velocidad, teniendo contacto físico con centenares de extraños.

*Mi temor más grande durante toda la experiencia: Que de tanto ser empujada se me revienten las dos bolsas llenas de cremas caras recientemente compradas, a las que abrazo y protejo como una leona cuidando a su cachorro recién nacido.
*El colmo de mi ridiculez durante toda la experiencia: Mientras un chico con aliento a choripan me sonríe galante a un milímetro de mi cara y un tipo de barba con olor a paco rabanne se apachurra contra mis muslos, tengo tiempo de pensar una frase compleja y rebuscada como “esta es una situación urbana extrema que debería poder manejar, si no lo logro soy muy débil o debería irme ya mismo a vivir al campo”.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

*

Hay un perro que duerme en el vagón del subte cé, ese que viene de constitución y tiene olor a pish, el que va a retiro y te lleva a zonanorte. El perro

es negro y dorado su pelo sedoso, como el símil terciopelo del asiento en el que me siento, que es azul y reconforta, vagón que avanza por debajo de la ciudad que todos caminan, en la que mendigan. Y entonces entrar,

la gente teletransportar
enterprise a tigre y ver
por las ventanas pasar
otro lugar
que refleja la noche,
las vías,
las luces.

Qué lejos está aquel linyera que duerme
debajo de un cartel a la intemperie
como el perro
acá a unos metros
tan lejos
que duele.

sábado, 13 de septiembre de 2008

agua cae agua y yo

más tarde llego a paseo colón y el cielo
amenaza que pincha llovizna
fuego que nace en un tacho
autopista abajo linyeras

el mundo
todo
el mundo
se parece
tanto.

me mantengo seca porque sostengo
el palito de metal que además toca
mi mejilla húmeda de imágenes
PUM
pero hay un hijo mío ya en la escuela
y soy yo la que sigue caminando
al trabajo que me lleva.

es que tengo tan claro que no soy
aquella japonesita bajo el paraguas
pero igual entiendo que la lluvia
puede detenerse con extraña

rara
naturalidad
extraña.

martes, 9 de septiembre de 2008

Tu cara no me la acuerdo más

Mientras camino al colectivo, la parada digo, me imagino que vos preguntás quién es la chica ESA que siempre se va. Soy yo, yo que ya no estoy y apuro el paso-sonrío.
Llegando a la esquina me digo "dale que él pedía mi mail", me transporto por la calle y me enredo con que preferiría que tengas mi celular. Sobrevuelo callecitas, pero me complica pensar si me vas a esemesear o si mejor me vas a llamar.
Me atoro.
Me taxi que me saque de acá.
Cuando te vea no te voy a saludar.

sábado, 6 de septiembre de 2008

Esa noche vimos a Batman, a Truman Capote y era todo verdad (*)

Sheella de a poco iba tomando una y otra copa de martini dry dedo meñique levantado y cuello siempre en su lugar. Dice que eso pasaba en el bar del Ritz, allá nomás ahí en París. "Yo entré bien erguido, miré las mesas, busqué amigos. No me daba para pagar, tanta cena en ese lugar".

Comida esplendorosa, delicias bien jugosas.

"Pasé caminando como una guerrera, atravesé el salón a puro garbo y porque quería dejar huella, agarré y les pishé en ese maravilloso baño".

Anécdotas como esa se despatarran en la mesa drag queens-Audrey Hepburn-diamantes robados de Tiffany's-Uma Thurman, mi prima-astrología y el vino,
tinto que se tiende a evaporar.




(*) Para Camilo, del Clardige hasta acá

lunes, 9 de junio de 2008

Crónica de una noche con mi moleskine

Yo, que salgo tan poco, veo a una camarera parecida a Tormenta que tiene "un culito perfecto", dicen en mi mesa, y atrás hay una jaula de esas para bailar adentro, "por si a alguien le dan ganas", comentan entre risas mis secuaces y yo, yo no me río. Lo intento, igual, pero mmmmm no.
La chica que toma el pedido es otra, tiene la comanda insertada en la braguita semi porno y los barmans, en calzoncillos y pancita poco sexy, preparan los dos whiscolas y el Cuba Libre para compartir. No alcanzo a verles los pies, necesito saber si tienen borcegos, quisiera que tengan borcegos no sé por qué, pero sospecho zapatillas y lo confirmo estirando el cuello. Soy la única que mira el piso en un lugar en el que todos buscan algo más adelante. Temo unas medias tres cuartos, me estiro más y me alivio un poco, son zoquetes... Todos se ríen y yo, lo intento pero no.
Un equipo de música lamentable saca Criminal Mambo de sus entrañas y pasa Tormenta caminando, que tiene una depilación extrema y todos comentan que es "LEJOS, la única que está buena en todo PELVIS". Sí, estoy en Pelvis y trato sonreír un poco. Pero claro, no.
El travesti que anima la velada hace chistes pésimos y tengo ganas de matarlo. Pregunta quién cumple años o festeja algo y me imagino señalando al genio sentado al lado mío, el vivo bárbaro que tuvo la buena idea de arrastrarnos hasta ese lugar, pero no. Tampoco hago eso.
Hay olor a cigarro, los tragos son horribles, las mesas están llenas de estelitas exaltadas, pibes de barrio en una despedida de soltero, tipos sórdidos con los ojos inyectados en sangre, parejas apasionadas con cerveza y picada y nosotros, fotomontados, los otros cagándose de risa y yo, yo flasheo con la trama que le descubro a las hojas de mi libreta gracias a la luz fluorescente que alumbra mi miseria.

jueves, 29 de mayo de 2008

aeropuerto

un falso Luis Miguel,
chico con sombrero
de cowboy-pasa
un perro de diva
(se llaman caniche toy)

ahí va uno enfundado
en un traje camuflado
ojotas, poleras, celulares
cámaras de fotos
todo muy caro

domingo, 9 de marzo de 2008


En la meca de Palermo Cheto, tipo Avenida del Libertador y Soy-ABC1, un rubio con cuerpo de gimnasio le dice por su mini-mega celular a alguien "te extrañé todo el día". Yo, tan vintage con mis zapatos de plástico rojos, atravieso la escena sin que me importe, pero... tres pasos más allá me doy cuenta de que tengo que frenar. Me paro, escaneo mi interior y descubro que la situación me siguió: me alcanzó a los tres pasos para clavarse de alguna forma en mí y no sé bien por qué. No me explico el motivo, pero sé que se me estruja el corazón.
Entonces decido ser de una vez por todas esa heroína indie que mi potencial me reclama encarnar y revuelvo mi enorme cartera con el pelo cayendome sobre los ojos y encuentro mi Moleskine, porque quiero anotar todo esto y siento en cada célula un soundtrack ad hoc. Escribo, el cielo está gris, los autos pasan y yo soy tan yo, pero.
Pero viene un skater ya muy grande para hacer esas idioteces como tirarse en patinetas de lujo aunque igual las hace y, con enorme desparpajo, interrumpe mi escena filmada por Michel Gondry a la Eterno resplandor de una mente sin recuerdos y me dice, a mi, que estoy tan Clementine Kruczynski: "Correte de la pista, te vamos a lastimar".
Entonces oigo, juro que oigo, cómo la púa raya el disco y corta la música de fondo y también veo, juro que veo, como se hace un corte directo a:

Yo, bajo la lluvia que ya cae, con el paraguas aún cerrado, tratando de recordar qué mierda hago ahí parada y las malditas patinetas que pasan a mi alrededor.

viernes, 15 de febrero de 2008

Esas cositas tan de una

¿Viste esa típica vecina de los edificios antiguos, que suele ser una dulce abuelita de blancos cabellos y dulce mirada; la que guisa maravillas con laurel, de esas que te transportan imaginariamente de las narices por los pasillos embebidos de su exquisito aroma?
Bueno, en mi caso es una vieja de mierda que me grita cosas del tenor de “cállense, pendejos forros” por el portero eléctrico cuando le digo al pibe del delivery algo como “gracias, buenas noches” y además cocina horrible, por lo que impregna el camino de la calle a mi departamento con una suerte de insulto al olfato que despierta mi odio, que igual se resbala con el manto fritanguero ese, el que no puede parar de estar invadiéndolo todo.

viernes, 14 de septiembre de 2007

Llego al chino de a la vuelta cerca de las nueve y veinticinco de la noche.

La cajera que no habla español quiere irse, quisiera irse, pero acepta, laboriosa, que entre a hacer mis compras. Siento que tendría que apurarme, aunque nadie me lo haga notar, así que me apuro. Escaneo las góndolas en busca del Grant’s, pero un cenicerito chino, tan mono, me llama la atención. Me tiento, lo agarro, no olvido buscar mi whisky y, después, corte directo a *yo parada en la caja, en fila mansa, lista para el clink que me saque de ahí*. Yo con mis dos productos, uno en cada mano.
Adelante hay una chica que lleva galletitas de sésamo, leche descremada y Mendicrim light: paga con débito, tarda en firmar el recibo, demora un siglo en meter su desayuno del día siguiente en la bolsa que gentilmente le ofrece la cajera que no habla español y siento que nunca me va a tocar a mí, que estoy parada ahí, con el perramus rojo tan chic, delante de ese hombre gordo con bigote de policía.
Ese hombre gordo con bigote de policía me clava sus ojos de topo en la nuca, tengo que mirarlo y entonces siento el Capri-Capri de mi vida. Abraza una botella de whisky. Él y yo. En esa fila mansa, lista para el clink que nos puede sacar de ahí, entiendo más a ese hombre gordo con bigote de policía que a la chica que lleva galletitas de sésamo, paga con débito y tarda en firmar el recibo. Lo comprendo absolutamente, aunque esté chocha con mi cenicerito oriental que compré de improviso.